El naufragio del Santo Antão ocurrió en 1966 y se encuentra a una profundidad de 12 metros, dividido en tres secciones. Con el tiempo, se ha convertido en un ecosistema vibrante, con sus grietas albergando una variedad de vida marina. El naufragio también sirve como una guardería para peces globo, con cientos de ellos frecuentemente vistos nadando alrededor. Además, los encuentros con rayas y tiburones nodriza son comunes, lo que lo convierte en un sitio imprescindible para los amantes de la historia y la vida salvaje.
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